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jueves, 21 de marzo de 2013
Oliver Twist de
Charles Dickens
La habitación
donde se daba de comer a los muchachos era una amplia sala de piedra con una
caldera al fondo, cuyo superintendente, ataviado de un delantal para tal
propósito y secundado por una o dos mujeres repartía a la horas de comer cazos
de gachas, de las que cada muchacho recibía una escudilla y nada más, excepto en
ocasiones de fiesta, en que recibía además dos onzas y cuarta de pan. Las escudillas
nunca necesitaban lavarse. Los muchachos las bruñían con la cuchara hasta que
volvían a brillar, y cuando concluían esta operación ( que nunca duraba mucho,
ya que las cucharas eran casi tan grandes como las escudillas), se quedaban
mirando a la caldera con ojos tan ávidos como para devorar los mismísimos
ladrillos de que estaba hecha, mientras se ocupaban en lamerse los dedos de la
más afanosa manera con el fin de apañar cualquier perdida salpicadura de gachas
que pudiera haberles caído encima. Por lo general, los niños tienen un apetito
excelente. Oliver Twist y sus compañeros sufrieron durante tres meses el
tormento de la muerte lenta por inanición, y finalmente el hambre los hizo tan
voraces y frenéticos que un muchacho, alto para su edad y no acostumbrado a
aquello, siniestramente insinuó a sus compañeros que, a menos que le dieran
otra escudilla de gachas cada día, mucho se temía que alguna noche no fuera a
comerse al niño que dormía a su lado, que a la sazón se trataba de un chiquillo
debilucho de pocos meses. Tenía el otro una mirada salvaje y hambrienta y le creyeron
sin más. Se reunieron en consejo, echaron a suertes para ver quien iría al superintendente
aquella noche después de la cena a pedir más y le tocó a Oliver Twist.
Llegó
la noche y los muchachos ocuparon sus puestos. [...] Desaparecieron las gachas,
los muchachos cuchicheaban entre sí y guiñaban a Oliver, mientas sus compañeros
más cercanos lo empujaban con el codo. [...] Se levantó de la mesa, llegándose
hasta el director, escudilla y cuchara en mano, dijo un tanto asustado de su
propia temeridad:
Por favor, señor, quiero un poco más. [...]
Por favor, señor, quiero un poco más. [...]
Era el director hombre gordo y lozano, pero
se puso palidísimo. Por unos segundos se quedó mirando lleno de estupefacción
al menudo rebelde y se agarró luego a la caldera buscando apoyo. Las ayudantes
se quedaron paralizadas de asombro y los muchachos de miedo.
Qué? – dijo al cabo el superintendente con voz apagada.
Por favor, señor – repuso Oliver-, quiero un poco más.
Qué? – dijo al cabo el superintendente con voz apagada.
Por favor, señor – repuso Oliver-, quiero un poco más.
El
superintendente asestó un cazazo a Oliver en la cabeza, le inmovilizó echándole
los brazos alrededor y lanzó un fuerte grito llamando al celador. [...]
Hallábase reunida la Junta en solemne
cónclave, cuando el señor Bumble se precipitó en la sala con gran agitación y,
dirigiéndose al señor del sillón alto, dijo:
Señor Limbkins, usted perdone! ¡Oliver Twist ha pedido
más!
Se
ordenó la inmediata reclusión de Oliver, y a la mañana siguiente se pegó por
fuera de la puerta un cartel ofreciendo cinco libras a quienquiera que tomara a
Oliver Twist de manos de la parroquia. En otras palabras que se ofrecían cinco
libras y Oliver Twist a cualquier hombre o mujer que quisiera un aprendiz para
cualquier oficio, negocio o vocación.
Charles John Huffan Dickens, más conocido como
Charles Dickens, nació en Portsmouth,
Inglaterra el 7 de febrero de 1812.
Fue
un famoso novelista inglés y uno de los más conocidos de la literatura
universal. Escribió con maestría el género narrativo, el humor, el sentimiento
trágico de la vida, la ironía... con una aguda y álgida crítica social con
descripciones reales e imaginarias de gente y lugares varios.
Los
lugares donde vivió se ven reflejados en muchas de sus obras. Pasó una infancia
difícil; abandono la escuela y se vio obligado a trabajar
desde muy chico, al ser encarcelado su padre. Su vida familiar fue desgraciada,
con varios fracasos matrimoniales y muchos hijos. La mayor parte de su
formación la hizo como autodidacta. Años más tarde comenzó a prepararse para
trabajar como reportero. Aprendió taquigrafía y, poco a poco, consiguió ganarse
la vida con lo que escribía.
Sus novelas
crearon una relación especial con su público, sobre el cual llegó a ejercer una
importante influencia, sobre los asuntos que interesaban a la gente de la
época.
Algunas de sus
obras más conocidas son Oliver Twist,
David Copperfield, Cuento de Navidad, Tiempos difíciles entre muchas otras.
Murió el 9 de junio de 1870 y sus restos fueron sepultados en la
abadía de Westminster.
Oliver Twist es una de las novelas más conocidas y famosas de Charles
Dickens. Fue la primera novela inglesa cuyo protagonista es un niño.
Originalmente publicado como una serie periódica, por entregas en una
revista mensual londinense que comenzaron a aparecer en febrero de 1837 y
continuaron hasta abril de 1839.
Relata la vida de Oliver Twist, un niño huérfano que al principio vive
en el hospicio y que es considerado problemático por el director después de
pedir más comida. Es ofrecido entonces a todo aquél que lo quiera y cae en
manos de un enterrador; se escapa a Londres. Al llegar ahí, conoce a Jack
Dawkins quien le da un lugar donde hospedarse. Se ve envuelto en medio de una
banda carterista. En esa ciudad, Oliver vive rodeado de pobreza, suciedad y
delincuencia y también conoce a Nancy, mujer de la que se enamora.
Oliver Twist es notable por el descarnado retrato que hace
Dickens de los bajos fondos de Londres y de las sórdidas vidas de sus
criminales. Este texto, que
puede haber sido inspirado en un caso real, es un ejemplo temprano de
novela social, al querer llamar la atención del público sobre los males que
aquejan a la sociedad de la época, tales como el abuso infantil por parte del
propio Estado, el trabajo de los niños, y el reclutamiento de niños como
criminales por los mismos criminales. Dickens también se burla de
las hipocresías de su época usando con frecuencia el sarcasmo y el humor.
Todo esto lo podemos encontrar en la esta clásica
escena, en la que Oliver, inocente y hambriento que ha sido recluido por
primera vez en un cruel hospicio, pide más sopa para luego sufrir las terribles
consecuencias de su inocente hambre. Es ofrecido a
cualquier persona que le quiera para trabajar de cualquier cosa.
Llama la atención a sus lectores sobre varios males sociales de la
época, como el trabajo infantil o la utilización de niños para cometer delitos.
En este fragmento se pueden destacar 3 aspectos relevantes de la
sociedad de la época: la escasez de comida, el papel secundario de las mujeres
y la falta de libertad para los más desgraciados.
Los aspectos religiosos de la obra quedan reflejados en la aparición de
la parroquia como encargada de acoger a los pobres y darles de comer y un sitio
para dormir.
En los aspectos sociales, la
sociedad estaba dividida en dos grupos muy distanciados. Una parte de la población
era extremadamente pobre, trabajaba en el campo y tenía unos ingresos muy
bajos. Los otros, dominaban la población y eran los propietarios de las
fábricas.
En resumen es una obra
donde podemos encontrar los rasgos característicos de la época y el deseo de
Charles Dickens de hacer una crítica social
con el fin de cambiar esa situación.
Los tres mosqueteros, Alejandro Dumas
En torno suyo no tenía más que enemigos.
-¿Dónde voy a morir? - dijo.
-En la otra orilla - respondió el verdugo.
Entonces la hizo subir a la barca, y cuando iba a poner él el pie en ella, Athos le entregó una suma de dinero.
-Toma - dijo-, ése es el precio de la ejecución; que se vea bien que actuamos como jueces.
-Está bien - dijo el verdugo ; y ahora, a su vez, que esta mujer sepa que no cumplo con mi oficio, sino con mi deber.
Y arrojó el dinero al río.
La barca se alejó hacia la orilla izquierda del Lys, llevando a la culpable y al ejecutor; todos los demás permanecieron en la orilla derecha, donde habían caído de rodillas.
-¿Dónde voy a morir? - dijo.
-En la otra orilla - respondió el verdugo.
Entonces la hizo subir a la barca, y cuando iba a poner él el pie en ella, Athos le entregó una suma de dinero.
-Toma - dijo-, ése es el precio de la ejecución; que se vea bien que actuamos como jueces.
-Está bien - dijo el verdugo ; y ahora, a su vez, que esta mujer sepa que no cumplo con mi oficio, sino con mi deber.
Y arrojó el dinero al río.
La barca se alejó hacia la orilla izquierda del Lys, llevando a la culpable y al ejecutor; todos los demás permanecieron en la orilla derecha, donde habían caído de rodillas.
La barca se deslizaba lentamente a lo largo
de la cuerda de la barcaza, bajo el reflejo de una nube pálida que estaba
suspendida sobre el agua en aquel momento.
Se la vio llegar a la otra orilla; los personajes se dibujaban en negro sobre el horizonte rojizo.
Milady, durante el trayecto, había conseguido soltar la cuerda que ataba sus pies; al llegar a la orilla, saltó con ligereza a tierra y tomó la huida.
Pero el suelo estaba húmedo; al llegar a lo alto del talud, resbaló y cayó de rodillas.
Una idea supersticiosa la hirió indudablemente; comprendió que el cielo le negaba su ayuda y permaneció en la actitud en que se encontraba, con la cabeza inclinada y las manos juntas.
Entonces, desde la otra orilla, se vio al verdugo alzar lentamente sus dos brazos; un rayo de luna se reflejó sobre la hoja de su larga espada; los dos brazos cayeron y se oyó el silbido de la cimitarra y el grito de la víctima. Luego, una masa truncada se abatió bajo el golpe.
Entonces el verdugo se quitó su capa roja, la extendió en tierra, depositó allí el cuerpo, arrojó allí la cabeza, la ató por las cuatro esquinas, se la echó al hombro y volvió a subir a la barca.
Llegado al centro del Lys, detuvo la barca, y, suspendido su fardo sobre el río:
-¡Dejad pasar la justicia de Dios! - gritó en voz alta.
Y dejó caer el cadáver a lo más profundo del agua, que se cerró sobre él.
Tres días después, los cuatro mosqueteros entraban en París; estaban dentro de los límites de su permiso, y la misma noche fueron a hacer su visita acostumbrada al señor de Tréville.
Se la vio llegar a la otra orilla; los personajes se dibujaban en negro sobre el horizonte rojizo.
Milady, durante el trayecto, había conseguido soltar la cuerda que ataba sus pies; al llegar a la orilla, saltó con ligereza a tierra y tomó la huida.
Pero el suelo estaba húmedo; al llegar a lo alto del talud, resbaló y cayó de rodillas.
Una idea supersticiosa la hirió indudablemente; comprendió que el cielo le negaba su ayuda y permaneció en la actitud en que se encontraba, con la cabeza inclinada y las manos juntas.
Entonces, desde la otra orilla, se vio al verdugo alzar lentamente sus dos brazos; un rayo de luna se reflejó sobre la hoja de su larga espada; los dos brazos cayeron y se oyó el silbido de la cimitarra y el grito de la víctima. Luego, una masa truncada se abatió bajo el golpe.
Entonces el verdugo se quitó su capa roja, la extendió en tierra, depositó allí el cuerpo, arrojó allí la cabeza, la ató por las cuatro esquinas, se la echó al hombro y volvió a subir a la barca.
Llegado al centro del Lys, detuvo la barca, y, suspendido su fardo sobre el río:
-¡Dejad pasar la justicia de Dios! - gritó en voz alta.
Y dejó caer el cadáver a lo más profundo del agua, que se cerró sobre él.
Tres días después, los cuatro mosqueteros entraban en París; estaban dentro de los límites de su permiso, y la misma noche fueron a hacer su visita acostumbrada al señor de Tréville.
Este
texto es un fragmento del capítulo La ejecución (capítulo LXVI), escrito
por Alejandro Dumas. Fue
un novelista y dramaturgo francés. Lo
escribió en 1844, la época del romanticismo francés.
En este fragmento se pueden observar: la importancia de
Dios, de la religión y su poder. También hace una crítica al sistema de
organización de la guardia real francesa, sus misiones, equipamientos...
Podemos ver características de la época como la lealtad, traición, riesgo...
La importancia del poder y la religión la podemos ver
cuando el verdugo dice "¡Dejad pasar la justicia de Dios!"; la
gente de esa época creía que Dios tenía que castigar al que incumplía las leyes
de la época.
El sistema de la guardia francesa lo podemos observar
cuando el verdugo ejecuta a la mujer por no haber incumplido la ley. Su misión
es castigar a la gente que no cumple las normas, por minuciosas que sean.
La lealtad y la traición se pueden ver en este
fragmento: " Entonces la hizo
subir a la barca, y cuando iba a poner él el pie en ella, Athos le entregó una
suma de dinero.
-Toma - dijo-, ése es el precio de la ejecución; que se vea bien que actuamos como jueces.
-Está bien - dijo el verdugo ; y ahora, a su vez, que esta mujer sepa que no cumplo con mi oficio, sino con mi deber."
-Toma - dijo-, ése es el precio de la ejecución; que se vea bien que actuamos como jueces.
-Está bien - dijo el verdugo ; y ahora, a su vez, que esta mujer sepa que no cumplo con mi oficio, sino con mi deber."
Athos, uno de los mosqueteros, le da una cantidad de dinero al verdugo, el
cual tira el dinero que le da al río, y le dice que él cumple con su
deber, es decir, con lo que él cree
mejor. Es leal a su pensamiento, probablemente relacionado con el castigo que
haría Dios.
David Arnedo, Roger Berenguer, Nil Font, David
Gallach, Magí Toneu
Orgullo y prejuicio, Jane Austen
Es una verdad
mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna,
necesita una esposa. Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones
de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario.
Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo
rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus
hijas.
––Mi querido
señor Bennet ––le dijo un día su esposa––, ¿sabías que, por fin, se ha
alquilado Netherfield Park?
El señor Bennet respondió que no.
––Pues así es
––insistió ella––; la señora Long ha estado aquí hace un momento y me lo ha
contado todo.
El señor Bennet no hizo ademán de contestar.
––¿No quieres
saber quién lo ha alquilado? ––se impacientó su esposa.
––Eres tú la que
quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.
Esta sugerencia le fue suficiente.
––Pues sabrás,
querido, que la señora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven
muy rico del norte de Inglaterra; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y
que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el
señor Morris; que antes de San Miguel vendrá a ocuparlo; y que algunos de sus
criados estarán en la casa a finales de la semana que viene.
––¿Cómo se
llama?
––Bingley.
––¿Está casado o
soltero?
––¡Oh!, soltero,
querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil
libras al año. ¡Qué buen partido para nuestras hijas!
––¿Y qué? ¿En qué
puede afectarles?
––Mi querido
señor Bennet ––contestó su esposa––, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? Debes saber
que estoy pensando en casarlo con una de ellas.
––¿Es ese el
motivo que le ha traído?
––¡Motivo!
Tonterías, ¿cómo puedes decir eso? Es muy posible que se enamore de una de
ellas, y por eso debes ir a visitarlo tan pronto como llegue.
––No veo la razón
para ello. Puedes ir tú con las muchachas o mandarlas a ellas solas, que tal
vez sea mejor; como tú eres tan guapa como cualquiera de ellas, a lo mejor el
señor Bingley te prefiere a ti.
––Querido, me
adulas. Es verdad que en un tiempo no estuve nada mal, pero ahora no puedo
pretender ser nada fuera de lo común. Cuando una mujer tiene cinco hijas
creciditas, debe dejar de pensar en su propia belleza.
––En tales casos,
a la mayoría de las mujeres no les queda mucha belleza en qué pensar.
––Bueno, querido,
de verdad, tienes que ir a visitar al señor Bingley en cuanto se instale en el
vecindario.
––No te lo
garantizo.
––Pero piensa en
tus hijas. Date cuenta del partido que sería para una de ellas. Sir Willam y
lady Lucas están decididos a ir, y sólo con ese propósito. Ya sabes que
normalmente no visitan a los nuevos vecinos. De veras, debes ir, porque para
nosotras será imposible visitarlo si tú no lo haces.
Esta obra es una
de las novelas más representativas de Jane Austen. Fue escrita en 1813, en
pleno auge del Romanticismo inglés y, en general, del europeo. Austen tuvo una
vida acomodada, sin embargo, supo reflejar de forma fiel el drama en sus
novelas.
La novela retrata
una época, una sociedad, unas costumbres y unas
tradiciones características de la Inglaterra de principios del siglo XIX. Una
Inglaterra de grandes castillos, de largas historias familiares, de bailes y
todo tipo de relaciones sociales. Relaciones que, las más de las veces, estaban
regidas por dos elementos: precisamente el orgullo y el prejuicio.
La sociedad
de la época pasa de un pensamiento neoclásico muy arraigado aún en la
conciencia de los adultos, al pensamiento romántico adoptado por la juventud de
la época, produciéndose un claro contraste de pensamientos y actos.
En este fragmento, que pertenece al primer capítulo de la obra, vemos aún esa
mentalidad neoclásica: los padres de la protagonista quieren casarla con un
joven apuesto y rico, tal y como se había hecho hasta entonces. Ella se rebela
ante esta costumbre y no acepta la decisión de sus padres. Demuestra la
libertad individual, la rebelión por alcanzar sus ideales, dejando atrás esa
costumbre de total sumisión. Los sentimientos cobran mayor importancia frente a
la moral neoclásica y se valora al individuo y al amor, en contra de los
matrimonios de conveniencia.
Madame Bovary, Gustave Flaubert
Emma paseaba la mirada
despacio en torno suyo, como quien se está despertando de un sueño. Pidió con
voz bien inteligible que le trajeran un espejo y estuvo un rato con el rostro
inclinado sobre él, hasta que empezaron a brotarle de los ojos unos gruesos
lagrimones. Entonces echó la cabeza para atrás y la dejó caer sobre la almohada
lanzando un gran suspiro.
Enseguida su pecho empezó a jadear
rápidamente. La lengua toda entera le salió por completo fuera de la boca; sus
ojos daban vueltas y palidecían como dos globos de lámpara a punto de apagarse;
se la creería ya muerta, si no fuera por la tremenda aceleración de sus
costillas, sacudidas por un jadeo furioso, como si el alma diera botes para
despegarse. Felicité se arrodilló ante el crucifijo y hasta el boticario hizo
un amago de genuflexión, mientras que el señor Canivet miraba vagamente hacia
la plaza. Bournisien se había puesto de nuevo en oración, con la cara inclinada
hacia la orilla de la cama, con su larga sotana negra que le arrastraba por la
habitación.
Charles estaba al otro
lado, de rodillas, con los brazos extendidos hacia Emma. Había cogido sus manos
y se estremecía a cada latido de su corazón como a la repercusión de una ruina
que se derrumba. A medida que el estertor se hacía más fuerte, el eclesiástico
aceleraba sus oraciones que se mezclaban a los sollozos ahogados de Bovary y a
veces todo parecía desaparecer en el sordo murmullo de las sílabas latinas, que
sonaban como el tañido fúnebre de una campana.
Este texto
pertenece a la novela Madame Bovary de
Gustave Flaubert publicada en 1856,
perteneciente al realismo, movimiento de la segunda mitad del siglo XIX. Madame
Bovary es, sin duda alguna, la novela más importante de este movimiento.
Además de ser una de las selecciones literarias por excelencia en el género del
llamado romanticismo tardío, Madame Bovary, constituye uno de los puntos
de referencia para el movimiento del realismo literario, e incluso, para la
entrada del realismo dentro del ámbito de la filosofía. Es también una crítica
a la sociedad burguesa del siglo XIX, posterior a la revolución francesa y al
gobierno absolutista de Napoleón en Francia.
En tres partes, con una increíble agudeza literaria,
Gustave Flaubert nos muestra su punto de vista sobre la vida de la sociedad de
alto rango en la Francia del temprano siglo XIX, al casar al personaje
principal con alguien que nada le ofrece más que exhibirla como si fuese un
trofeo y al encontrar en un estudiante de leyes, con quien tendrá una cruel y
triste historia, lo que siempre buscó, pero que al final, no la llevará a nada
más que a su muerte.
En
el fragmento de Madame Bovary se ve reflejada la insatisfacción vital en la
protagonista, como ansía una vida plena y no se conforma con lo que tiene. Emma
vive la vida a través de los libros, pero jamás se hará realidad el príncipe
azul de sus libros.
A
lo largo del fragmento vemos los diferentes personajes que sueñan y tienen como
objetivo convertirse en alguien importante y con mucho dinero, tal es su
obsesión que no les importa las consecuencias.
La
novela refleja una sociedad burguesa, machista en la que las mujeres están
destinadas a las labores del hogar y a la sumisión hacia su marido.
La
causa de la muerte de Emma es que se encuentra en una situación económica muy
delicada, juntamente con problemas matrimoniales, al no ver ninguna solución a su problema
termina por quitarse la vida, dándonos a conocer que su vida giraba en torno a
ser rica e importante.
Flaubert
despreciaba mucho su época, no sólo por un sentimiento de repulsión personal.
Su odio se dirigía contra la tontería reinante, la trivialización general de la
vida en la Francia de la segunda mitad del siglo XIX. Y sobre todo, por la
muerte progresiva del Romanticismo.
Madame
Bovary es un vehículo para expresar ese disgusto. En la obra también aparece la
ignorancia y la falta de sensibilidad.
Jordi Senmartí, Brigitte Traveria,
Elisabeth Portús, Eva Crous i Sílvia Rifà
Los Miserables Victor Hugo
Durante
todo el tiempo que ocupó el obispado de monseñor Myriel no cambió en nada este presupuesto,
que fue aceptado con absoluta sumisión por la señorita Baptistina. Para aquella
santa mujer, monseñor Myriel era a la vez su hermano y su obispo; lo amaba y lo
veneraba con toda su sencillez. Al cabo de algún tiempo afluyeron las ofrendas
de dinero. Los que tenían y los que no tenían llamaban a la puerta de monseñor Myriel,
los unos yendo a buscar la limosna que los otros acababan de depositar. En menos
de un año el obispo llegó a ser el tesorero de todos los beneficios, y el cajero
de todas las estrecheces. Grandes sumas pasaban por sus manos pero nada hacía
que cambiara o modificase su género de vida, ni que añadiera lo más ínfimo de lo
superfluo a lo que le era puramente necesario. Lejos de esto, como siempre hay abajo
más miseria que fraternidad arriba, todo estaba, por decirlo así, dado antes de
ser recibido.
Según
esta obra del escritor Victor Hugo, representante máximo del Romanticismo
liberal o progresista francés podemos determinar cómo era la sociedad en torno
a 1830. También podemos determinar cómo
era el comportamiento de la gente, cómo vestían...
El
texto nos decríbe uno de los personajes de la novela Los Miserables, que se llama Myriel. Nos lo decribe como un personaje
entrañable, y humilde, capaz de recibir donativos de gente, y también demuestra
su humildad al dar esos mismos donativos a la gente pobre.
Podemos
relacionar Los Miserables con las
revoluciones posteriores a la revolución francesa, en contra de las altas
jerarquías sociales y en contra de la misma burguesía.
La generosidad
que tiene el obispo con los pobres nos hace relacionar también el texto con el ideario
revolucionario de fraternidad.
La rebelión de junio de 1832 fue iniciada con la intención
de eliminar del poder a la monarquía y a la burguesía. Años previos a la rebelión, Francia
estaba pasando por periodos de graves problemas económicos.
Lo que también podemos extraer del texto es que el
autor plantea el razonamiento sobre el bien, el mal, los cambios políticos posteriores
a la revolución de junio de 1832 y, en definitiva, sobre la ética de la época
anterior a la suya.
En la época, habían muchos estereotipos, como el del
obispo, prototipo de ser una buena persona con su humildad y generosidad, aunque
en realidad los que estaban en la cima de la pirámide social de la época eran
los causantes de los mayores agravios sociales.
Pol Ruiz, Marc Arrabal, Andreu Palou, Joan Baucells, Marc Franquesa
Naná, Émile Zola
Creció un murmullo como suspiro que va
hinchándose. Algunas manos batieron palmas todos los gemelos estaban fijos en
Venus. Paulatinamente, Naná, se había ido enseñoreando del público, y en aquel
momento todos los hombres sufrían su dominación. El vaho que ella exhalaba,
como el de un animal el celo, se había ido extendido y llenaba la sala. En
aquel instante, todos sus movimientos infundían deseo, un solo gesto de su
meñique bastaba para enardecer la carne. La espalda se curvaban, vibrando como
si invisibles arcos de violín se paseasen por sus músculos; en las nucas se
divisaban pelillos que volaban, molidos por tibios errantes alientos, venidos
de quien sabe que boca de mujer. Fauchery veía en frente de si al colegial
escapado, a quien la pasión levantaba de la butaca. Tuvo la curiosidad de mirar
al conde de Vandeuvers y le vio muy pálido, mordiéndose los labios; a Steiner,
cuyo rostro apoplético estaba a punto de estallar; a Labordette, que asentaba
los gemelos con aire sorprendido de chalán que admira una yegua perfecta; y
Dagenet, cuyas orejas enrojecían y se agitaban de puro gozo. Después, el
instinto le hizo mirar atrás de si, y quedó asombrado de lo que pasaba en el
palco de los Muffat; a espaldas de la condesa, pálida y seria, se erguía el
conde, con la boca abierta y el rostro jaspeando de rojas manchas, en tanto
que, a su lado, en la sombra, los turbios ojos del marqués de Chouard se habían
trocado en ojos de gato, fosforescentes, salpicados de oro. Hacía un calor
sofocante, el pelo se aplastaba en las sudorosas caderas. En las tres horas transcurridas desde que
empezara el espectáculo, los alientos habían calentado el aire con un olor
humano. El reflejo del gas, el polvillo en suspensión se condesaba inmóvil bajo
la araña.
Este
fragmento de la obra Naná de Émile Zola, epígono del naturalismo francés
y europeo a partir de 1871, trata de la muchacha protagonista, Naná, que está
bailando y el público está encantado con sus movimientos. El fragmento es una descripción detallada de
la situación que se vive en el local durante el baile de la mujer. Se viven
momentos de calor sofocante por parte de algunos espectadores que la miran
admirados, con deseos hacia ella.
El
autor utiliza un vocabulario propio de la época y la situación geográfica. Aparecen
muchos adjetivos para hacer la descripción exacta del ambiente. Utiliza
diferentes figuras retóricas, como por ejemplo: personificaciones (como si
invisibles arcos de violín se paseasen por sus músculos), metáforas (como
suspiro que va hinchándose; reflejo del gas), comparaciones (el vaho que
ella exhalaba, como el de un animal en celo; los ojos del Marqués de Chouard se
habían trocado en ojos de gato), hipérbaton (rojas manchas; turbios
ojos), hipérbole (en ojos de gato, fosforescentes, salpicados en
oro), entre otras.
El
objetivo del autor es utilizar estos recursos para profundizar en la
descripción y hacer que el lector pueda imaginarse la escena casi a la
perfección.
Laura Castillo, Joan
Ballester, Júdit Alcàntara, Marina Morales i Andrea Campdelacreu
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