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sábado, 13 de abril de 2013

Józef Teodor Konrad Korzeniowski/ Joseph Conrad
 


 
El nombre polaco original de Conrad era en realidad józef Teodor Nałęcz-Korzeniowski. Nació el 3 de diciembre de 1857 en Berdyczew, Podolia, que aunque hoy forma parte de Ucrania entonces era una región de Polonia bajo ocupación de la Rusia zarista. Su familia pertenecía a la baja nobleza polaca empobrecida. El padre, también escritor, había traducido a Shakespeare y a Víctor Hugo y por sus actividades contra el ocupante ruso sufrió una condena a trabajos forzados en Siberia. La madre de Josef murió de tuberculosis en el exilio, y cuatro años mas tarde falleció el padre, al que se le había permitido volver a Cracovia.
Al quedar huérfano a los doce años, Conrad hubo de trasladarse a casa de su tío Thaddeus, de mentalidad más conservadora, que residía por entonces en la ciudad de Lvov, administrada por el imperio austro-húngaro, y luego a Cracovia donde estudió secundaria. Pero a los 17 años, hastiado del mundo de estudiante, viajó hasta Italia y luego a Marsella donde se enroló como marinero en el velero "Mont Blanc" (1875), haciendo con ello su pasión por la aventura, los viajes, el mundo del mar y los barcos. En los siguientes cuatro años vive una etapa poco conocida, de la que no obstante sabemos hizo un viaje por el Caribe y su simpatía por el legitimismo monárquico y bonapartista, un asunto de contrabando de armas a favor de la causa carlista española.
En 1878, para escapar al reclutamiento militar ruso, se trasladó a Inglaterra, sirviendo como simple marinero en barcos de cabotaje entre Lowestof y Newcastle. Solía ocupar sus ratos libres con la lectura de Shakespeare, de forma que a los 21 años ya dominaba el inglés, lengua en la que escribió toda su obra y de la que llegaría a ser un gran maestro.
Tras obtener la nacionalidad inglesa, pudo presentarse a los exámenes de aptitud de la marina mercante británica, navegando en numerosos barcos: primero como simple marinero en el clipper lanero "Duke of Sutherland", luego como oficial en los buques "Highland Forest", "Loch Etive", "Narcissus" y "Palestine" y e como capitán al mando del "Torrens" y del "Otago", de bandera australiana.

En sus relatos y en sus artículos Conrad hace un retrato de aquel mundo hoy completamente extinguido de armadores, oficiales, capitanes, aseguradores, fletes, marineros, pero también de las aventuras y de la dura vida del marino, siempre enfrentado a la fuerza incontrolable del océano que lo han convertido en uno de los clásicos de la literatura del mar , a la altura de Melville y Stevenson.
Como reconoce el propio autor en el prólogo a la edición de El espejo del mar, fue precisamente el bagaje vital adquirido durantes sus años como marino, sus intensas experiencias profesionales, los tipos humanos con los que compartió viajes y peligros, esas historias y anécdotas que suelen circular por los puertos, transmitidas de un barco a otro durante las tediosas horas a bordo, los que forjaron su peculiar universo literario y moral. Un universo en el que el individuo debe sobrevivir, conservando la dignidad y la honradez, ante las fuerzas desatadas de una naturaleza siempre hostil o amenazadora, o por la acción de la maldad humana.
Tras lograr la nacionalidad británica (1886), comienza la redacción de su primera novela "La locura de Almayer". En 1894, tras emprender su último viaje como marino mercante a Australia, conoce a su futura mujer, Jessie George, con la que se casó dos años después y desde entonces reside en diversos lugares del sur de Inglaterra.
Los años siguientes verán la publicación, con suerte desigual, de Tifón, Nostromo, El espejo del mar y de El agente secreto. Durante un viaje por Polonia en 1914 estalla la primera guerra mundial y los Conrad tienen que regresar a Inglaterra por Austria e Italia. En 1916 el Almirantazgo le encarga diversas visitas de reconocimiento de los puertos británicos. Al término de la guerra se traslada a Córcega y en 1923 viaja a Estados Unidos. A su regreso, rechaza un título nobiliario que le ofrece el gobierno inglés. Muere el 3 de agosto de 1924.
 
 
Fragmento inicial de la novela "El corazón de las tinieblas"

El Nellie, un bergantín de considerable tonelaje, se inclinó hacia el ancla sin una sola vibración de las velas y permaneció inmóvil. El flujo de la marea había terminado,casi no soplaba viento y, como había que seguir río abajo, lo único que quedaba por hacer era detenerse y esperar el cambio de la marea.
El estuario del Támesis se prolongaba frente a nosotros como el comienzo de un interminable camino de agua. A lo lejos el cielo y el mar se unían sin ninguna interferencia, y en el espacio luminoso las velas curtidas de los navíos que subían con la marea parecían racimos encendidos de lonas agudamente triangulares, en los que resplandecían las botavaras barnizadas. La bruma que se extendía por las orillas del río se deslizaba hacia el mar y allí se desvanecía suavemente. La oscuridad se cernía sobre Gravesend, y más lejos aún, parecía condensarse en una lúgubre capa que envolvía la ciudad más grande y poderosa del universo.
El director de las compañías era a la vez nuestro capitán y nuestro anfitrión. Nosotros cuatro observábamos con afecto su espalda mientras, de pie en la proa, contemplaba el mar. En todo el río no se veía nada que tuviera la mitad de su aspecto marino. Parecía un piloto, que para un hombre de mar es la personificación de todo aquello en que puede confiar. Era difícil comprender que su oficio no se encontrara allí, en aquel estuario luminoso, sino atrás, en la ciudad cubierta por la niebla.
Existía entre nosotros, como ya lo he dicho en alguna otra parte, el vínculo del mar. Además de mantener nuestros corazones unidos durante largos periodos de separación, tenía la fuerza de hacernos tolerantes ante las experiencias personales, y aun ante las convicciones de cada uno. El abogado el mejor de los viejos camaradas tenía, debido a sus muchos años y virtudes, el único almohadón de la cubierta y estaba tendido sobre una manta de viaje. El contable había sacado la caja de dominó y construía formas arquitectónicas con las fichas. Marlow, sentado a babor con las piernas cruzadas, apoyaba la espalda en el palo de mesana. Tenía las mejillas hundidas, la tez amarillenta, la espalda erguida, el aspecto ascético; con los brazos caídos, vueltas las manos hacia afuera, parecía un ídolo. El director, satisfecho de que el ancla hubiese agarrado bien, se dirigió hacia nosotros y tomó asiento. Cambiamos unas cuantas palabras perezosamente. Luego se hizo el silencio a bordo del yate. Por una u otra razón no comenzábamos nuestro juego de dominó. Nos sentíamos meditabundos, dispuestos sólo a una plácida meditación. El día terminaba en una serenidad de tranqilo y exquisito fulgor. El agua brillaba pacíficamente; el cielo, despejado, era una inmensidad benigna de pura luz; la niebla misma, sobre los pantanos de Essex, era como una gasa radiante colgada de las colinas, cubiertas de bosques, que envolvía las orillas bajas en pliegues diáfanos. Sólo las brumas del oeste, extendidas sobre las regiones superiores, se volvían a cada minuto más sombrías, como si las irritara la proximidad del sol.






(mismo texto en inglés)

The Nellie, a cruising yawl, swung to her anchor without a flutter of the sails, and was at rest. The flood had made, the wind was nearly calm, and being bound down the river, the only thing for it was to come to and wait for the turn of the tide.

The sea-reach of the Thames stretched before us like the beginning of an interminable waterway. In the offing the sea and the sky were welded together without a joint, and in the luminous space the tanned sails of the barges drifting up with the tide s eemed to stand still in red clusters of canvas sharply pe aked, with gleams of varnished sprits. A haze rested on the low shores that ran out to sea in vanishing flatness. The air was dark above Gravesend, and farther back still seemed condensed into a mournful gloom, brooding motionless over the biggest, and the greatest, town on earth.

The Director of Companies was our captain and our host. We four affectionately watch ed his back as he stood in the bows looking to seaward. On the whole river there was nothing that looked half so nautical. He resembled a pilot, which to a seaman is trustworthiness personified. It was difficult to realize his work was not out there in the luminous estuary, but behind him, within the brooding gloom.

Between us there was, as I have already said somewhere, the bond of the sea. Besides holding our hearts together through long periods of separation, it had the effect of making us tolerant of each other’s yarns—and even convictions. The Lawyer—the best of old fellows— had, because of his many years and many virtues, the only cushion on deck, and was lying on the only rug. The Accountant had brought out already a box of dominoes, and was toying architecturally with the bones. Marlow sat cross-legged right aft, leaning against the mizzen-mast. He had sunken cheeks, a yellow complexion, a straight back, an ascetic aspect, and, with his arms dropped, the palms of hands outwards, resembled an idol. The director, satisfied the anchor had good hold, made his way aft and sat down amongst us. We exchanged a fe w words lazily. Afterwards there was silence on board the yacht. For some reason or other we did not begin that game of dominoes. We felt meditative, and fit for nothing but placid staring. The day was ending in a serenity of st ill and exquisite brilliance. The water shone pacifically; the sky, without a speck, was a benign immensity of unstained light; the very mist on the Essex marsh was like a gauzy and radiant fabric, hung from the wooded rises inland, and draping the low shores in diaphanous folds. Only the gloom to the west, brooding over the upper reaches, became more sombre everyminute, as if angered by the approach of the sun.


 
La novela el corazón de las tieniblas es sobre un viaje al interior del África. En concreto en la Repúbllica Popular del Congo. En un barco británico llamado Nellie tres hombres escuchan a Marlow. Él cuenta su viaje por el interior de África como miembro de una empresa de marfil. En África los colonizadores se enfrentan con los aborígenes africanos, se enfrentan a luchas internas dentro de la empresa y finalmente rescata al loco Kurtz, prisionero de los aborígenes. Pero Kurtz finalmente muere.
El texto es el primer fragmento del libro. El capítulo uno. El fragmento describe al barco Neville que navega por el rio Tamesis, en Londres. También describe al capitán, y a los marineros que estan jugando a dominó en la cubierta del barco. Aquí se inicia la historia de la novela donde Marlow les cuenta a sus compañeros sus aventuras en África.
 

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