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viernes, 26 de abril de 2013

San Sebastián, 1872 - Madrid, 1956) Novelista español. Por su padre, como por su madre, perteneció a familias distinguidas, muy conocidas en San Sebastián; entre los ascendientes de la madre, existía una rama italiana, los Nessi.
A Baroja le gustaba mucho viajar, y recorrió muchas partes de España. En sus novelas reflejó una filosofía realista, producto de la observación psicológica y objetiva («Ver en lo que es», como decía Stendhal), impregnada quizá con el profundo pesimismo de Arthur Schopenhauer, pero que predicaba en alguna forma una especie de redención por la acción, en la línea de Friedrich Nietzsche: de ahí los personajes aventureros y vitalistas que inundan la mayor parte de sus novelas, pero también los más escasos abúlicos y desengañados, como el Andrés Hurtado de El árbol de la ciencia o el Fernando Ossorio de Camino de perfección (pasión mística), dos de sus novelas más acabadas. Ideológicamente, terminó por identificarse con las doctrinas liberales y no abandonó en ningún momento sus ideas anticlericales, fue cofundador el 11 de febrero de 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, creada en unos tiempos en que la derecha condenaba los relatos sobre las conquistas del socialismo en la URSS. En 1935 fue admitido en la Real Academia Española; fue acaso el único honor oficial que se le dispensó.


Fragmentos
La busca (personaje abúlico)
Los personajes barojianos suelen ser seres asociales o rebeldes. En conjunto responden a dos tipos de personajes: por una parte, los hombres de acción que luchan para escapar de la mediocridad cotidiana; por otra los personajes desorientados y abúlicos que son incapaces de actuar. En general, unos y otros acaban fracasando. Como podemos observar en este fragmento:
Expliqué al mozo lo que me había prometido el archivero. El mozo sacó un cuaderno y me preguntó:
-¿En qué fecha murió este señor?
- No sé; es lo que busco.
-¿Cómo se llamaba?
-Aviraneta e Ibragoyen, Eugenio.
El mozo repasó el cuaderno muy serio y me dijo:
-No está.
-¿Usted quiere dejarme ver el cuaderno?- le pregunte.    
-Véalo si usted quiere. Es inútil no está.
Cogí el cuaderno, en la primera pagina, el primer nombre ponía: Eugenio de Aviraneta e Ibargoyen.
-Pues está aquí.- le dije al mozo.
-Aviraneta…, Aviraenta. Usted no me lo había dicho así.”

Vuelva usted dentro de quince días
Pio Baroja era un hombre muy pesimista y amargo.
Era una persona que estaba a favor del regeneracionismo, es decir al movimiento intelectual que medita sobre las causas de la decadencia de España como nación, como podemos ver en este fragmento:

“Fui a ver al jefe. Me escucho como escuchan a los empleados españoles, mirando a otra parte, y me dijo que esperara.
Esperé en una oficina.
¡Y pensar que algunos se asombran de que hayamos perdido las colonias! Lo que a mí me asombra es cómo no hayamos perdido, con esta burocracia, hasta los pantalones. Por fin me dejaron tomar unos apuntes atropelladamente.”
La busca
Fue una persona tímida y sentimental que se intereso por la vida de los humildes, los asociales y marginados. Era un intelectual que despreciaba el intelectualismo y admiraba los caracteres activos, enérgicos y vitalistas. Como podemos observar en este fragmento:
“Robertó paseó mirando con atención el interior del patio. Manuel le seguía indiferente
Entre los mendigos, un gran numero lo formaban los ciegos; había alisados, cojos, mancos; unos hieráticos, silenciosos y graves; otros, movedizos. Se mezclaban las anguarinas pardas con las americanas raídas y las blusas sucias. Algunos andrajosos llevaban a la espada sacos y morrales negros; otros, enormes cachiporras en la mano; un negrazo con la cara tatuada a rallas profundas, esclavo, sin duda, en otra época en vuelto en harapos, se apoyaba en la pared con una indiferencia digna; por entre hombres y mujeres correteaban los chiquitos descalzos y los perros escualitos; y todo aquel montón de mendigos, revuelto, agitado, palpitante, bullía como una gusanera”.

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